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Decididas, valientes, pero no perfectas.

  • Mayté Garcia Miravete
  • 7 ene 2021
  • 3 Min. de lectura


“Salgan signos a la boca de lo que el corazón arde, que nadie,

nadie creerá el incendio si el humo no da señales.”

Sor Juana Inés de la Cruz


Hoy no quiero referirme a las grandes mujeres de la historia que han conseguido el voto, o la igualdad, o que han volado aviones, o descubierto medicamentos, o iniciado revoluciones. Tampoco hablaré de las cifras que muestran la desigualdad en la que vivimos aun las mujeres o de la violencia durante esta pandemia.


Hablemos de aquellas que se mueven día a día entre la tarea del hijo o de la hija y la asistencia a la reunión de trabajo, la reunión del partido, la entrega de un proyecto, que realizan entre las infinitas tareas “femeninas” o de las que siendo solteras tienen a su cargo el cuidado de los padres, de algún enfermo, y un largo etcétera.


Me dirijo a las que han sido decididas y valientes, lo que a veces pudiera significar su expulsión “real o metafórica”, y que a pesar de ello han decidido seguir siendo firmes en su empeño. A esa mujer de “hierro”, de una pieza, trabajadora, comprometida, que no se conforma solo con sobrevivir, de aquella que se ha propuesto avanzar sin límites, con esa energía que genera un poder personal que influye, mueve y cambia familias, comunidades y países.


Mujeres fuertes, no por la fuerza de sus músculos, sino por vivir alineadas a sus sueños e ideales, a sus objetivos y permanecer a pesar de cualquier situación fieles a ellos.

Como decía Margaret Thatcher: “Quienes han llegado lo han hecho trabajando duro y si eso no te lleva a la cima, te acercaría mucho”


Escribo hoy para esas mujeres políticas, para las consultoras o las empresarias, para las trabajadoras o para las que inciden profundamente desde su hogar. Todas determinadas a influir cada vez más a través del reconocido liderazgo empático y centrado en valores que una gran parte de mujeres promueve, que contribuye a la transformación de nuestra sociedad actual, en una sociedad más justa, más equilibrada, más completa, más plena, en esa ardua labor que nos lleva a trabajar en favor de la equidad, de la no violencia y que nos ha conducido a ir consiguiendo poco a poco peldaños que cambien al mundo y que lo guíen a un estadio distinto al actual, quizá un poco más humano.


No somos perfectas, estamos como muchas otras, y muchos otros, buscando las respuestas, tratando de construir y de gestar nuevos entornos. Pero, para ello, debemos también cumplir con una serie de acciones y de aprendizajes que nos conduzcan a través del conocimiento para entender, comprender y entonces transformar.


Hoy, te invito a que te des por aludida, a que busques respuestas, que nos permitan destruir techos de cristal o de cemento, a romper con roles y estereotipos que tanto nos han perjudicado, a conocer nuestros derechos, los básicos, los fundamentales, sin embargo inalienables, irrenunciables y sumamente preciados. Todo ese conocimiento, será sin duda, el promotor de nuestro pleno desarrollo en todos los aspectos de nuestra vida: emocional, físico, económico, político, social, familiar y por supuesto el personal.


Combatamos nuestra imperfección siendo esa mujer capaz de disciplinarse, para conocerse a sí misma, capaz de prepararse diariamente para ser mejor.


Pues como decía Eva Perón: “Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad.”

Es el momento en que promovamos las causas de nuestra comunidad, y estamos convocadas a participar, a ocupar los lugares que hemos ganado con nuestro trabajo. Hoy más que nunca habrá que ser decididas y valientes. Pues como decía Sor Juana “Nadie creerá el incendio si no ve el humo”


Cierro con las palabras de Clarissa Pinkola: “Si permanecemos sólo como sobrevivientes sin avanzar hacia el florecimiento, nos limitamos y cortamos la energía hacia nosotros y nuestro poder en el mundo a menos de la mitad. A veces las personas temen avanzar más allá del status de sobreviviente, por ser exactamente eso —un status, una marca de distinción, un logro de “¡Maldita sea! ¡Apuesta lo que quieras! ¡Más vale que lo creas!




 
 
 

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