Ante el panorama actual, y más que nunca, el político debe desarrollar un discurso sólido, que generen certeza a la ciudadanía, pues es el gobierno quien desde su acción debe guiar a los naciones con palabras que informen veraz y empáticamente, pero también que persuadan para que ambos sigan las nuevas reglas impuestas por el COVID como consecuencia de la nueva realidad dada por la pandemia, la cual ha modificado y continuará haciéndolo transformando nuestras sociedades actuales tal y como las conocíamos.
La crisis económica y social de la que todos hablan como derivación del efecto del coronavirus a nivel mundial, presenta un panorama denso en el cual la visión estratégica puede resentirse e incluso quedar enturbiada debido a las circunstancias de volatilidad, incertidumbre, ambigüedad y cambio, que hoy se encuentran exacerbadas por las situaciones existentes.
Pero, si a ello agregamos discursos permeados de indiferencia, ignorancia, falta de ética y negligentes, como el caso de AMLO en México, Trump en EUA, Bolsonaro en Brasil, ello, como lo hemos visto, ha llevado a la lamentable pérdida de vidas humanas; a la ignorancia de cómo afrontar con prudencia desde lo individual la pandemia; a profundizar aún más en la pérdida de empleos, empresas y en consecuencia a poner en peligro la estabilidad económica a la par de la social; al colapso de los sistemas sanitarios, entre muchos otros temas, por demás sensibles, para hacer frente con los mejores recursos a un momento inédito e inesperado.
Hoy, es en este marco, el momento para que los liderazgos (si así se les puede llamar a algunos), mantengan el orden social, político y económicos, siendo una vía segura de información, ante la que también nos afecta. El líder, en éste nuevo ámbito, debe ser, quien mejor comunique, puntualice, señale, indique y guie, entre otros aspectos clave que le corresponde vigilar. Le corresponde, además, utilizar un discurso que cumpla con algunos aspectos, que, de no tomarlos en cuenta, lo pondrán en evidencia, dejando al desnudo su ineptitud y su insensibilidad para con los ciudadanos a quienes representa.
El orador para desempeñarse con las condiciones de credibilidad ha de prestar atención a la ética como principio fundamental de elocuencia. Hoy, penosamente vemos como muchos discursos no se apoyan en esta honestidad, en la verdad, siendo necesarios pues producen certidumbre y seguridad respecto a las acciones de gobierno. Un discurso preciso y correcto que determina con claridad y centra la dimensión y seriedad del asunto, informando de manera cristalina a la ciudadanía se impone ante cualquier otro tipo de mensaje, pues es y será la clave para mantener la confianza en las instituciones necesarias para el éxito de las medidas que se adopten.
Además, hemos de considerar al conocimiento como un factor central del discurso político. Informar con precisión, ubicar a los ciudadanos en el contexto de lo que realmente ocurre, enviar un mensaje serio, confiable, evitando la ambigüedad, son principios que permiten que el mensaje fluya generando las conductas inexcusables ante la crisis, promoviendo un ambiente de colaboración basado en el pleno entendimiento de la dimensión de la situación. Sin embargo, esto no ha ocurrido en muchos casos, recordemos los mensajes de Trump y lo que han desencadenado en los ciudadanos que creyeron en sus palabras.
Por otro lado, el orador ha de identificar plenamente a quién se dirige el mensaje, a qué segmento de la población, pues sabe la importancia de identificar valores, creencias, conocimiento, experiencia, etc., y como estos influyen en percepciones y emociones en las cuales el individuo se apoyará para crear mapas y tomar decisiones que lo lleven a la acción.
Además, la presencia del orador, su comunicación no verbal, cada palabra que utiliza han de ser meditadas, pensadas y evaluadas concienzudamente. La sensibilidad, el ritmo, el tono, el volumen, cada gesto y cada movimiento de su cuerpo comunican también. Es por ello, su comunicación debe transmitir seguridad y dinamismo. Es aquí donde se deben aprovechar todos los recursos de la palabra hablada, de la comunicación no verbal y del paralenguaje. Es recomendable evitar el lenguaje bélico como lo hicieran Macron, Bukele, Sánches y Trump, quien constantemente se han referido a la pandemia como una guerra. Cada palabra moldea el pensamiento, genera simbolismos poderosísimos en la mente que pueden llevarnos a distintos estados emocionales dependiendo del término utilizado.
Tomemos ejemplo de quienes en esta pandemia han sido comunicadores eficaces como Trudeau y Merkel, en mensajes breves, directos, claros, puntuales, transparentes y apoyándose en los expertos. Dirigiéndose empáticamente a sus gobernados, para que el mensaje provocará las conductas de cuidado y colaboración con sus gobiernos y conciudadanos, lograron con ello acciones de cuidado por parte de la ciudadanía y gobierno que generan la prevención para resguardar tanto la vida de cada persona, así como la de las instituciones
Esta pandemia, sin duda, ha puesto al descubierto a través de su discurso el liderazgo de quienes dirigen cada nación. Quienes utilizan y continúan apoyándose en un discurso correcto, sin duda han logrado resultados que consolidan su posición y que les permitirá salir más que airosos de esta crisis, incluso, en algunos casos, reivindicándolos ante la opinión pública. Que no es el mismo caso de otros que podríamos señalar de irresponsables con su discurso y que ello los ha llevado incluso a la disminución en la aceptación de sus gobernados. Sin duda La crisis del COVID-19, desnudó a muchos gobernantes y su discurso político
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